Propiedad Privada

"Próxima parada"

PRÓXIMA PARADA, OTROS LUGARES...

El tren en el que aquel día decidimos subirnos, continuaba haciendo paradas por todos aquellos rincones del mundo a los que se nos había destinado.

Esta vez nuestro tren efectuaba su parada un pueblo de la Murcia alta, un pequeño pueblo de la región de Murcia, al que nos costó tanto llegar gracias a nuestro querido Guti.

Cuando la gran mayoría de nuestros compis ya estaban unas cuantas horas en el pueblo, Guti, Armi, y una servidora, continuábamos perdidos en medio de la nada, sin saber que dirección seguir. Y después de muchas y desesperantes vueltas, por fin Guti fue capaz de reconocer que nos habíamos perdido.

Nuestro GPS humano había perdido por un momento su cobertura y no sabía muy bien indicarnos la ruta que debíamos seguir.

En fin, de una ú otra manera, conseguimos llegar a nuestro destino.

Ya estaba casi todo el escenario montado. El puente de luces, las tarimas, los subgraves, monitores... y toda nuestra parafernalia de equipo. Tan solo un empujoncito más después de comer para colocar los instrumentos, cablearlo todo y relajadamente ir a descansar al hotel... Una ducha y una buena siesta... ... ...

Relajadamente es una palabra a la cual todavía no hemos conseguido encontrarle mucho significado, pues cuando propiedad privada intenta hacer las cosas relajadamente, es cuando todos acabamos corriendo de un lado para otro y con el reloj pisándonos los talones.

Es increíble, pero es cierto. Habíamos montado el equipo en un lugar donde los que iban a actuar, no éramos nosotros...

Y de repente cuando aguardábamos comernos nuestro relajado bocadillo, ahí estaba Pascual, comentando relajadamente, que nos habíamos equivocado de escenario.

No pasa nada, sólo había que desmontar todo lo que habíamos puesto, meterlo en el camión, llevarlo unos cuantos metros más abajo, volverlo a descargar del camión, y montarlo todo de nuevo en el verdadero escenario. Por supuesto, siendo esos los planes, ¿para qué íbamos a cambiarlos por los de echarnos la siesta en el hotel?

No, hombre, esos eran mucho más apetecibles...

Yo pasé la mayor parte de la tarde, subiendo y bajando del pueblo al hotel, por una relajada carretera estrecha de curvas cerradas. Un relajado recorrido que después se modificó para hacer también una visita a la farmacia de guardia, para buscar un remedio para una abeja muy simpática que había decidido picarle a Guti en el pie. Y encima, en el pie con el que tenía que tocar el bombo. Se le hincharía un montón, no podría tocar, y todo se convertiría en un caos total. Afortunadamente, el pie de Guti fue más fuerte que aquella abeja, y ni si quiera se inmutó.

La actuación bien, gracias... Y a las 7 de la mañana regresamos al hotel para descansar unas horas.

El descanso transcurrió más o menos bien, cuando Armi y Víctor desistieron en su intento de molestar a través del teléfono a las habitaciones de los compañeros. Sobre todo a la mía, donde el teléfono sonaba una y otra vez, y sólo podía escuchar la voz de Juanmi repitiendo ¡ESTO ACABA DE EMPEZAR!

Y aquello no acababa más que empezar...

Una noche de lujo... Al menos por mi parte.

Y después de unas horas, de nuevo a emprender el camino un poquito más arriba, haciendo una parada para comer, en aquel restaurante chino que tanto hemos recordado después. ¡NO TOQUES ESO TÚ! La frase de aquel camarero chino que será recordada para los restos de la vida.

Tras unas cuantas horas de carretera, y como buenos compañeros repartidos en cuatro vehículos, llegamos a nuestro destino.

Lali, Guti y Lola, Pascui y el Parches, Ginés, Víctor y Mayor, y Juanmi y yo... Ismael tomó la decisión de dormir en casa, y no llagaría hasta la tarde.

No sé si fue todo el tiempo de viaje que nos tocó compartir,pero Juanmi, pasó de ser mi compañero de orquesta a ser mi amigo Armi.

Y aquella noche, decidí esconderme detrás de sus instrumentos de percusión, cuando aquel concierto empezó a convertirse en una jungla.

Una manada de borrachillos insaciables que pedían más y más.

Las 6.30 de la mañana y una plaza en la que no cabía un alfiler.

Y después de ciertas experiencias que podían haber acabado en el hospital, Propiedad privada pone fin a su concierto de Letur, deseando suerte a aquella chica que tuvo la feliz idea de tirarse del escenario para que todos la cogieran, y lo único que la frenó fueron sus dientes contra el suelo....

¡Madre de Dios! ¡Que porrazo!

Cansados y con mucho sueño, emprendimos el regreso a casa con los mismos compañeros de viaje. Con un buen sabor de boca, con buenos momentos para recordar, y por supuesto, guardando a cada uno de nuestros compañeros el cariño y el aprecio merecido.

 

 

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